LOS ARTISTAS DE PEÑES

Joaquín Viña (Candás, 1975)
MIRADA PERSONAL SOBRE LA COMARCA

Pop-art sidrero. Joaquín Viña (Candás, 1975) ha creado por primera vez un cuadro con temática candasina: «Chica en el Rally de la Sidra». Uno de los eventos más concurridos de las fiestas de San Félix (1.600 personas participaron en la última edición) sirvió de inspiración. «Me fijé cómo algunas de las sardineras más jóvenes y guapinas rehusaban de poner el pañuelo de mahón al cuello y lo colocaron de cinta del pelo o muñequera en un acto de rebeldía», explica. La obra, donada con motivo de la iniciativa solidaria «Vivir con arte» de EL FARO, fue creada con un mix de técnicas (utilizó acrílico, esmaltes, acetona, tinta y carbón) para ensalzar dos pilares fundamentales: la mujer candasina y el periódico del pueblo. Y es que el primer número y el 99 del medio de referencia de la Comarca sirvió de horizonte sobre el que asoma la bella mujer en una obra de 40x80.
Cabe preguntarse, ¿quién es la misteriosa morena que está a punto de escanciar un culín? No, no es Paula Echevarría, la candasina más mediática a la que tiene ganas de plasmar. La mujer en cuestión también es actriz, pero nació en Nueva York: Liv Tyler. La famosa hija del cantante de Aerosmith es una de sus musas y más aún desde sus posados para la última campaña de Givenchy. La mujer es un pilar fundamental en todas sus obras porque «son la belleza máxima, tienen los rasgos más dulces y las líneas más marcadas del rostro», dice.
Los sentimientos primaron en su segunda obra con relación a la villa marinera. Joaquín Viña donó un retrato de Rebeca Rodríguez Artime, joven fallecida en un atropello en junio durante las fiestas de Antromero. El rostro de la joven en primer término destaca sobre un fondo que resume sus aficiones. «Fue un encargo muy complicado. Creo que no voy a volver a hacer algo así porque tengo una hija de su edad y cada vez que ponía a componer la obra se me caía el alma a los pies», admite Joaquín Viña.
La entrega a los padres tuvo lugar el 4 de octubre durante un partido homenaje disputado entre un equipo del Club Náutico de Carreño (al que pertenecía la candasina) y el conglomerado formado por el Club Balonmano Azabache y la Selección Asturiana de Balonmano.
El candasín también tenía previsto estar el 5 de octubre en la Noche Blanca de Oviedo con una muestra y como tertuliano en una charla sobre cine, música y pintura.
La galería Dasto será la primera parada de su próxima exposición cuyo título podría ser «PopEye», pero no la única. Luego podrá verse fuera de Asturias. La muestra recoge a 22 mujeres en situaciones cotidianas: viajes, sueños, desengaños... Algunas de las piezas «molestarán a la vista porque tendrán mensajes de carácter social y sustituiré el negro característico por un rojo mareante».
Comienzos
El instituto le aburría mucho, así que empezó a hacer ilustraciones mientras el profesor daba unas clases que Viña rara vez escuchaba. «Dibujaba muchos superhéroes, cada vez más porque quería mejorar la forma y los detalles. Seguí y seguí hasta que, ya adulto, cubrí las paredes de mi casa», relata. «Tío, ¡eso es pop-art!», le dijo un colega.
Hizo el resto una cena en su piso con la concejala de cultura del Ayuntamiento de Carreño de entonces, Eva Cabrera. Así nació su primera exposición en la Casa de la Cultura de Candás que alcanzó un notable éxito. El hijo de un matrimonio adinerado de Oviedo adquirió el primer cuadro. «Me dijeron que habían venido a raíz de un reportaje publicado por David Artime «El Roxu» en La Voz de Asturias y que le había gustado mucho mi estilo, incluso mis preferencias musicales, es decir, el punk, grunge y rock que representan Los Ramones, Nirvana o Soundgarden. Me dieron 40.000 pesetas por Big Pain («Gran Dolor») hecho en papel y me quedé entusiasmado», recuerda. Invirtió el dinero en más materiales como bastidores, telas, pinturas... Por eso, el destino solidario de la puja «Vivir con Arte» irá para comprar lo mismo para los institutos de Candás y Luanco.
¿Otros apasionados de su pintura? Empresarios y actores. «Dejé unos cuadros para el atrezzo de un corto de Nacho Carballo y Miguel Ángel Muñoz quería llevarse uno de ellos que plasmaba una etiqueta de Glassex».
Una cosa trajo otra. La prensa volvió a influir en su despegue. El periodista David Orihuela le puso en contacto con Dasto de Oviedo, una galería «underground y gamberra», como un traje a medida del artista.
Alain Fernández fue otra persona importante que se cruzó en su camino. «Es como un Luis XIV contemporáneo, un gran impulsor del arte y la cultura en Carreño. Además le encanta el estilo americano que representa Roy Lichtenstein y Andy Warhol», destaca. El gerente del Teatro Prendes le encargó una pintura de la mirada de Audrey Hepburn que serviría de imagen corporativa para el ciclo «Los Ojos del Cine». Viña hizo otros tres más que impactaron tanto que «me comentó que le gustaría unos murales para el teatro, pero que de momento no había presupuesto. Me llamó tres años después para emprender una exposición permanente que arrancó en 2010».
Percibió que lo suyo iba realmente en serio a raíz de «Psico Pop», una exposición itinerante por varias instituciones de Gijón. «Me sentí como si fuera una estrella de rock. Vino a casa un hombre con bata blanca y guantes para trasladar con cuidado los cuadros», explica.
Rosa Somoano
(Luanco)
Vivió rodeada de arte desde la cuna. Su madre y su hermana le abrieron a un mundo que ha sido su vida, la profesional como profesora de plástica y la personal como artista dedicada a la pintura y escultura. Formada en la Escuela de Arte de Oviedo, Rosa Somoano realizó su primera exposición con 18 años junto a una amiga en el Ateneo Jovellanos de Gijón. «Acabábamos de empezar y recibimos una crítica fría que luego el periodista enmendó al día siguiente», recuerda con una sonrisa.
Influenciada por la obra de José María Navascués, no duda en señalarle como su gran mentor. Del malogrado artista ha heredado su gusto por lo inconcreto. «No me gusta el dibujo formal. La abstracción permite recrear con la imaginación». Rosa también ama la escultura, que no duda en calificar como el arte sin intermediarios. «Utilizo mucho el barro para darle forma con mis manos, es el arte directo», resalta. La luanquina siempre se ha implicado con su tierra. Lleva infinidad de años preparando de manera altruista los belenes de Luanco y Oviedo. ¿Lo último? Restaurar los cabezudos para las fiestas grandes de la villa marinera: el Santísimo Cristo del Socorro y El Carmen.

José Manuel Pando
(Luanco, 1956)
El Museo Marítimo de Asturias, sito en Luanco, puede presumir de que hay un artista que no está de ida y vuelta, sino que de manera permanente contribuye a dar su toque artístico a las instalaciones. José Manuel Pando García-Pumarino (Luanco, 1956) es uno de los encargados de los talleres de conservación de los fondos de la institución.
Lo primero que queda claro cuando habla de arte es que es una persona con los pies en la tierra. Aunque se maneja con soltura en gran parte de estilos y técnicas pictóricas, reconoce sin tapujos que «hice muchos cuadros con las típicas vistas de Luanco, la iglesia… vendía mucho porque no era caro. Nunca me he tirado al monte».
El luanquín empezó en Bellas Artes como alumno de Vicente Menéndez Prendes «Santarúa». Luego estudió delineación y trabajó como técnico en Entrecanales. Realizó su primera muestra al aire libre con Anxelo Fernández y Julio Solís en la plaza del Ayuntamiento de Avilés en 1976. Ahora ya no expone por mucho que le anime gente como Ángel Guache, a quien le encanta lo que hace. ¿La razón? En parte, por la falta de compresión hacia la vanguardia. Y es que su arte va más allá de los paisajes de la villa marinera.
Es un apasionado del teatro y de la pintura. Alfredo Menéndez (Candás, 1933) lleva toda la vida trabajando en lo que le inspira: las gentes de Candás. Empieza en el arte por iniciativa propia desde muy joven, pero recibe clases de un profesor valenciano que le enseña a pintar con ceras, lo que le hace avanzar notablemente. «Requería velocidad y precisión. Cualquier error se paga caro, ya que hay que tirar la obra. Esa manera de aprender me hizo crecer rápido y ser muy exacto en el dibujo», comenta.
Alfredo empezó a trabajar a la edad de 15 años en una conservera. Allí estuvo dos décadas en las que escuchaba a las mujeres cantar camino a la fábrica. «Hoy es algo impensable. Las carencias de antaño se solventaban con cercanía», recalca.
El candasín siempre se empeñó en perseguir sus sueños. Dirigió el grupo de teatro universitario de Oviedo y fue profesor de teatro.
«El mural de la salve» (1999) realizada con motivo del centenario de la obra y la recién estrenada muestra que recoge personajes candasinos en el muelle de Candás (2013) han sido sus dos grandes aportaciones a la villa que tanto ama. Su arte también está presente en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Carreño, ya que ha pintado a los diferentes alcaldes que ha tenido Carreño. «Candás, la mar y sus personajes han sido mi inspiración», apunta emocionado.
Alfredo
Menéndez
(Candás, 1933)
